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Pastoreando
¡ La Buena Noticia!
Paz y bien. En este tercer domingo del tiempo ordinario, les comparto mi mensaje: ¡ LA “BUENA NOTICIA”… !
El pueblo de Israel experimenta la cercanía, la intervención, la liberación de Dios. En los momentos más difíciles de su historia, cuando pensaban que ya no había salida, Dios escuchó su clamor y les respondió portentosamente. A la vuelta de Babilonia el pueblo se reencuentra con su tierra, reconstruye el Templo, el lugar más sagrado para ellos, la morada de Dios, y celebran fiesta proclamando el libro santo de la ley como buena noticia. Todo se lo deben al Señor y a Él se consagran (Nehemías 8,2-10). En verdad las palabras del Señor son espíritu y vida (Salmo 18).
La Buena Noticia de la liberación de Dios se cumple en Jesús. Él es el Mesías anunciado por Isaías. El lleno del Espíritu Santo, el ungido, el consagrado de Dios y enviado a comunicar la Buena Noticia a los pobres, a los cautivos la libertad, y anunciar un año de gracia del Señor. Identificado totalmente con la voluntad del Padre viene a realizar su obra de salvación, justamente, proclamando un tiempo de efusión especial de su gracia, de su misericordia, que se derrama especialmente con los más desfavorecidos (Lucas 1,1-4;4,14-21).
En Cristo quedamos todos íntimamente unidos por el Espíritu, aun en la diversidad, como los miembros en un cuerpo. Cada uno actuando según el designio de Dios para la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Todos somos importantes, cada uno es tratado según su necesidad y existe una solidaridad que nos une, evitando divisiones. En la diversidad, formamos, en la Iglesia, el Cuerpo de Cristo (1Corintios 12,12-30).
La Buena Noticia de Dios es nuestra salvación. Allí donde los esquemas humanos entienden la salvación como mérito nuestro, consecuencia de cumplir un código de leyes y de satisfacer a un Dios sediento de castigo, el Señor anuncia un regalo mayor de gracia. Y nos asombra haciendo resplandecer su Buen Noticia en los oprimidos de hoy, a los que se les conculca sus derechos más básicos a la vida y a una existencia digna como personas, a los que paradójicamente se excluye en busca de una sociedad mejor. Realmente, para ellos, es una Buena Noticia, no para los satisfechos y orgullosos que no esperan nada más. El mal se vece con una sobreabundancia de amor, a la medida de Dios.
Y es una Buen Noticia comunitaria. Todos estamos llamados a la salvación por medio de Cristo, integrándonos en Él por la fuerza del Espíritu, formando juntos su único Cuerpo. Sólo la unidad en Cristo nos salva y ésta se materializa y hace efectiva en la unidad con los hermanos que integran el mismo Cuerpo. Así comprendemos que no hay otro camino para llegar a Dios que la unidad con nuestros hermanos y el caminar con ellos, favoreciendo a los más débiles para que todos podamos representar a Cristo.
Cristo no pretende cautivarnos ni manipularnos con palabras vacías, sino que habla al corazón. Su Palabra, acogida en fe, en apertura a la acción del Espíritu realiza lo que anuncia, nos comunica la misma vida de Dios. Él es la Buena Noticia, la Palabra misericordiosa del Padre pronunciada en nosotros para realizar su designio salvador, la efusión del amor del Padre que es capaz de restablecer nuestra dignidad, unirnos como hermanos y hacernos mensajeros de su salvación, favoreciendo la participación en Él, por el Espíritu, en la Iglesia.
Celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, jornada instituida por el Papa Francisco en el 2019. La Palabra es el alimento para la vida que precisamos en este caminar juntos como pueblo de Dios. Oramos por los seminaristas que hoy son instituidos en el ministerio del lectorado. También por Mons. Juan Miguel que será ordenado obispo de San Isidro. El Señor les bendiga junto a sus familias.
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6. ¡Dichosos!
05:44||Season 1, Ep. 6Paz y bien. En este sexto domingo del tiempo ordinario, les comparto mi mensaje: ¡ D I C H O S O S… ! Los profetas denuncian las componendas humanas de los jefes del pueblo que les impiden poner su confianza en el Señor. Están convencidos de que, confiar en el hombre, lleva a la esterilidad, a la muerte; mientras que la confianza en el Señor, lleva a la fecundidad, a la vida. Es claro, en esta disyuntiva, que solo en el Señor podemos confiar nuestra vida, sobre todo en nuestra fragilidad y lo vano que resulta el orgullo. (Jeremías 17,5-8). Reafirmamos con el salmo 1: Dichos el hombre que confía en el Señor. Jesús expresa esto mismo en las bienaventuranzas. Utiliza un código muy distinto al de nuestra sociedad, porque proclama dichosos a los que el mundo desprecia. Es el programa del Reino que comienza con Él y propugna un cambio radical de mente y de corazón, que cambia profundamente la suerte de aquellos que lo acogen. Dios tiene unas preferencias muy distintas a las de nuestro mundo. Los pobres, los hambrientos, los que lloran y los que son perseguidos, son verdaderamente dichosos en el Señor, mientras que los ricos, los consolados, los saciados, los que ríen, no tienen espacio para Dios y se quedan vacíos (Lucas 6,17.20-26). La resurrección de Cristo es el fundamento sólido también para nuestra vida, que nos abre a la esperanza. Cristo ha resucitado, el primero de todos y, unidos a Él, tenemos ya la alegría de sentir su vida en nosotros y estar abiertos a la gran dicha de resucitar un día con Él (1Corintios 15,12.16-20). La actitud típica de nuestro tiempo es, según el Papa Francisco, la autorreferencialidad. El hombre centro de todo, fin en sí mismo, referencia última. Orgulloso, satisfecho de sí mismo, pone todo lo demás a su servicio, en función de su personal satisfacción. Qué pena que con ello se agota en dar vueltas sobre sí y se pierde la riqueza de la apertura en el amor hacia los demás y hacia Dios. Difícil encontrar así la felicidad madura, su dicha se agota en lo rutinario y gris de cada día. Muy distinto es lo que nos propone el Señor para encontrar la dicha y la plenitud, justamente lo contrario, descentrarse para tener un corazón pobre y necesitado de Dios y de los demás, para que su hambre y su llanto pueda colmarlos en Dios, que será su fortaleza también en la persecución. El que está satisfecho y saciado de sí mismo no tiene espacio para nadie más en su vida y en eso se agota. El que abre su vida a Dios y a los demás es inundado con la dicha del amor, unido a su fuente, que es el amor entregado de Cristo cuyo culmen es la resurrección. Pidamos al Señor que nos introduzca en el misterio de su dicha, que viene de conectar con sus preferencias y dejarse conformar por la lógica de su misericordia, acoger su Reino y ponernos a su servicio, de hacernos pequeños como Él desde un amor grande, de compartir y cargar con los sufrimientos de los demás unidos a la cruz de Cristo. Así seremos verdaderamente dichosos, no porque la suerte humana nos sonría un momento, sino, porque sentiremos la abundancia del amor de nuestro Dios que nos colma de su Vida. Él será nuestra riqueza, la que nadie nos puede quitar, será el pan que nos sacia, la alegría sin fin en medio de la persecución y nos hará dicha y bendición para los demás en una espiral de alegría con sabor de eternidad. Estamos culminando el Jubileo diocesano con ocasión del Centenario de la creación de nuestra amada Diócesis de Alajuela. Peregrinan hacia la catedral fieles de las distintas vicarias diocesanas, los grupos y movimientos, la vida consagrada. Culminamos la celebración centenaria el próximo día 16 y continuamos con fuerza el discernimiento diocesano. El Señor les bendiga junto a sus familias.¡Pescadores de Hombres!
05:51|Paz y bien. En este quinto domingo del tiempo ordinario, les comparto mi mensaje: ¡PESCADORES DE HOMBRES… !La pasión de Dios ha sido siempre liberar al hombre, salvarlo de las limitaciones que le impiden vivir en la dignidad de hijo suyo. Y lo ha hecho a través de personas, por tanto, limitadas, como es el caso de Isaías (6,1-8). No es esto obstáculo para Él porque, con su fuerza, purifica y prepara a sus elegidos para la misión que quiere encomendarles. Por parte de éstos, cuando se experimentan insertos en ese misterio de amor de Dios y aun siendo conscientes de su pequeñez, no pueden menos que abandonarse en sus manos como instrumentos para el designio de Dios. Jesús continúa el designio amoroso del Padre, llama a los que quiere en el contexto de un encuentro, de compartir vida con Él. Los invita a ir mar adentro, ensancha sus expectativas, los abre a la grandeza de sus designios. Y cambia así su vida y su misión, los hace pescadores de hombres. Sacar del mar, que los judíos consideraban escenario de las fuerzas del mal, es liberar. Les llama a ser liberadores de los hombres atenazados por el mal. Por hacerlo en su nombre y con su fuerza, da fecundidad a su labor, llena una barca repleta de peces. Esos sencillos pescadores no salen de su asombro y siguen a Jesús compartiendo su misión (Lucas 5,1-11). Pablo custodia y recuerda el evangelio, la Buena Noticia que ha recibido del Señor y de los apóstoles, el único camino de salvación. Es Cristo que murió por nuestros pecados y nos ha liberado definitivamente del mal. Él mismo se reconoce pecador, pero alcanzado por la gracia de Dios que le ha convertido en un gran apóstol (1Corintios 5,1-11). También hoy hay gran urgencia de pescar hombres de los grandes “mares”, dinámicas de mal que pretenden esclavizar y alienar a la persona. Manipulaciones de todo tipo que pretenden ponerla al servicio de intereses utilitaristas y partidistas, ideologías que deshumanizan y degradan, la trata de personas que es la esclavitud moderna, las discriminaciones por cualquiera de las razones, los atentados contra la vida, los abusos, explotaciones, la miseria que obliga a vivir en condiciones infrahumanas… Es el Señor el que sigue liberando y salvando, pero lo hace a través de los que elige y envía, en la medida que están unidos a Él. Su grandeza no le impide hacerse cercano a nosotros y solicitarnos con su amor. Eso sí, amplía decisivamente su horizonte, les abre a perspectivas totalmente nuevas, les participa una misión insospechada para ellos: su plan de salvación. No es obstáculo para Dios la limitación, el pecado del enviado porque, en orden a la misión, purifica y capacita al elegido para ir y actuar en su nombre, para continuar su acción misericordiosa. Por eso su acción produce un fruto abundante. De esta forma, se da continuidad al designio amoroso de Dios de liberar al hombre. El Señor no es indiferente ante el mal que oprime y esclaviza, sino que actúa con fuerza en nuestra cotidianidad para desinstalarnos, remar mar adentro, implicarnos en la realización de sus designios de amor. Somos el pueblo, la iglesia que el Señor ha convocado para continuar su misión. No dejará que nuestro horizonte se agote en la pesca rutinaria de cada día, sino que nos lanzará a ser pescadores de hombres. Y veremos la grandeza de su manifestación en nosotros en la liberación de tantos que son ganados para Él. Hemos vivido la primera formación diocesana sobre la temática que nos guía este año: los signos de los tiempos, en la dinámica de discernimiento eclesial. Oramos por los consagrados que, con ocasión de su Jornada, han tenido un bonito encuentro fraterno. Estamos viviendo hoy la jornada electoral, pidamos que sea expresión de madurez cívica y nos una en el compromiso por un país mejor. El Señor les bendiga junto a sus familias.4. ¡Diles,lo que yo te mando!
05:58||Season 1, Ep. 4Paz y bien. En este cuarto domingo del tiempo ordinario, les comparto mi mensaje: ¡DILES LO QUE YO TE MANDO…! Los profetas, el profeta Jeremías (1,4-5.17-19) en concreto, son conscientes de que es el Señor el que los ha escogido y consagrado ya desde antes de nacer para una misión especial en su plan de salvación. Como portavoz de Dios, va siempre contracorriente y entra en conflicto con su pueblo, porque predica cosas incómodas. La fortaleza se la da el mismo Señor que está siempre con él y lo libra de todos los peligros. También el salmo 70 es la súplica de un profeta desde su sufrimiento y su experiencia contrastada de ser protegido por el Señor: Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, líbrame… Jesús es el Profeta definitivo que viene a inaugurar el Reinado de Dios. Experimenta la contrariedad y el rechazo de su pueblo que, con mil excusas, se cierra a su mensaje. Se cumple en Él la tónica de todo el profetismo, no es bien mirado en su tierra, hasta pretenden eliminarlo. Y no puede realizar los signos y milagros que sí realiza en otros lugares, entre los gentiles de su tiempo, que están dispuestos a acogerlo con apertura y disposición a ser salvados por Él (Lucas 4,21-30). Si bien son importantes los dones de predicar, saber o hablar en lenguas, el mayor de los carismas, dones del Espíritu, es el amor, junto a la fe y la esperanza. Qué bello himno nos ofrece San Pablo a la caridad cristiana. El amor es comprensivo, servicial, no se irrita, goza con la verdad. Disculpa, cree, espera, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. (1Corintios 12,31-13,13). Dios sigue hablando a su pueblo y lo hace a través de las personas que elige profetas. Nos habla en Mons. Romero y Rutilio Grande, junto a tantos mártires, que han denunciado las injusticias de los poderosos para con los pobres. Habla en aquellos que buscan caminos de paz en medio de las amenazas bélicas, ahora en Ucrania. Grita en la defensa de la vida, desde la concepción, y de la familia, especialmente en los momentos en que se cuestionan, Y lo hace a través de personas valientes que levantan su voz contra todo aquello que mina estos valores. Qué fuerte es la oposición a la voz de Dios en sus enviados, también hoy en día. A algunos les interesa una juventud sometida, alienada, manipulable, para acallar los deseos que hay en ellos de plenitud y de trabajar por un mundo mejor. A los opresores les interesa seguir controlando a su pueblo en función de sus intereses, y no ahorran medios, llegando a la violencia extrema, para conseguirlo. Los que detentan negocios en contra de la vida y la familia no dudan en confundir, seducir, amedrentar, para legitimar, e incluso imponer a todos, sus opciones particulares en contra de ellas. Los creyentes somos, unidos a Cristo, profetas. También todos los hombres de buena voluntad que evocan la inspiración de Dios en su corazón. No podemos dudar de cuánto necesita el Señor de nosotros para seguir hablando a su pueblo, a los de cerca y a los gentiles de hoy que, seguro, serán más receptivos a la voz de Dios si son conscientes de la sed de felicidad que hay en ellos. Tampoco dudamos de cuánto Él nos consuela y conforta cuando asumimos el profetismo. Abramos nuestra vida al amor que es Dios mismo en nosotros y fortalezcámonos en Él para servir a sus designios proclamando, sin miedo, a nuestra sociedad su Palabra. Estamos a las puertas de las elecciones generales. Es un deber cívico participar en ellas, buscando información para votar de manera consciente y responsable, en conciencia, desde las propias convicciones, buscando ante todo el bien común. El próximo día 2 celebramos la Jornada de la Vida Consagrada, oremos por los que viven esa vocación. El Señor les bendiga junto a sus familias.¡Hagan lo que Él diga!
05:48|Paz y bien. Comenzando el tiempo ordinario, les comparto mi mensaje: ¡ HAGAN LO QUE ÉL DIGA… ! El profeta Isaías (62,1-5) percibe al Señor actuando grandemente su salvación para el pueblo, percibe cómo despunta en él la justicia y la paz. El Señor manifiesta su predilección por el pueblo escogido, le da un nombre nuevo, lo tiene como diadema real, hace definitivamente opción por él pueblo con la intensidad y la intimidad que se manifiesta en la imagen del matrimonio. El pueblo que estaba abandonado y devastado, experimentará el favor de Dios que le desposará para siempre en fidelidad y la expresión de esto será la alegría desbordante. Juan (2,1-12) expresa el cumplimiento de la profecía anterior, justamente en el primero de sus grandes signos, que apuntan al gran signo de la muerte y resurrección de Cristo. Y lo hace también en el contexto de una boda. El banquete de bodas iba a terminar en tristeza, porque se les acabó el vino. Cuando no había solución humana posible, es Cristo, junto con su Madre María, el que interviene, cambiando la tristeza en alegría, la carencia en abundancia y la desilusión en fiesta. La ley judía con todos sus preceptos, tinajas de agua, había dejado al hombre en la tristeza. Sólo Cristo trae el vino nuevo de la salvación que devuelve al hombre la plenitud querida por Dios. En cada uno de los seguidores de Jesús se manifiesta el Espíritu con gran riqueza de dones, carismas, servicios. Dones variados, pero un mismo Espíritu que obra en nosotros la riqueza de Dios y nos permite confluir en la comunión de la iglesia, aportando nuestros respectivos dones para la edificación del pueblo de Dios. (1Corintios 12,4-11). La vida de Dios se manifiesta en nosotros en toda su riqueza por el Espíritu que se nos ha regalado. Al igual que el pueblo de Israel, somos objeto de la elección gratuita de Dios. Él se ha fijado en nosotros no por nuestros méritos sino por su benevolencia. No necesitamos aparentar, traicionándonos a nosotros mismos, para ganarnos el cariño. Vencemos también todo aquello que nos divide, las intolerancias, discriminaciones, sectarismos y, juntos, con nuestros dones, realizamos la obra de Dios, trabajar por un mundo en justicia y paz donde los pobres y diversos sean acogidos. El Señor nos expresa su entrega fiel e incondicional, imagen del desposorio, para que venzamos la soledad, la tristeza, el estado de carencia vital y vivamos con la seguridad de que Él no nos fallará, que siempre permanecerá fiel. Nos ha dado un nombre nuevo, la vida nueva de los hijos de Dios desde el bautismo. Somos sus criaturas más queridas, cada uno de forma especial. Su alegría es vernos a nosotros felices entrando en la dinámica de su Amor. Jesús ha venido a regalarnos la salvación del Padre, manifestándonos su elección gratuita, su entrega fiel e incondicional, la abundancia y riqueza de su vida en nosotros por la acción del Espíritu. Sólo Jesús nos abre a la alegría y a la fiesta, a la fraternidad, a la seguridad de ser amados y de poder hacer con Él un mundo mejor. Tantas doctrinas e ideologías, so pretexto de enaltecernos, lo que hacen es dejarnos vacíos de alegría y esperanza. Los que seguimos a Jesús sentimos que Él colma nuestros anhelos de felicidad, Él origina en nosotros la fiesta de la fraternidad, el compromiso de hacer de esta mundo un banquete para todos. Como dice María, ¡hagamos lo que Él diga! Celebramos la fiesta del Santo Cristo de Esquipulas de la Agonía, felicitamos a esa comunidad parroquial. Hemos vivido la alegría de la institución de dos nuevos acólitos. Oremos por los sacerdotes que está realizando el retiro anual y por los que están asumiendo nuevos encargos pastorales. El Señor les bendiga junto a sus familias.1. "El amado,el predilecto"
05:51||Season 1, Ep. 1Paz y bien. Ya al final del tiempo de navidad les comparto mi mensaje: ¡ EL AMADO, EL PREDILECTO… ! Isaías (42,1-4.67) nos describe, citando palabras del mismo Señor, la figura de un siervo, elegido y predilecto suyo, lleno del Espíritu de Dios para implantar el derecho y la justicia a las naciones. Se presenta sencillo, manso, delicado, pero es firme, tenaz, fiel hasta conseguir la aceptación de su mensaje. Dios lo ha llamado y lo lleva de la mano, lo ha formado y lo pone como alianza y luz de los pueblos. Su misión es marcadamente sanadora y liberadora por cuanto expresa la misericordia de Dios para los oprimidos. El amado y predilecto del Padre es Jesucristo, como expresa una voz del cielo ante Juan el Bautista y la multitud que acudía a él. Varios detalles, típicos en la biblia de las manifestaciones de Dios, lo reafirman: el cielo se abrió, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma y una voz del cielo lo proclama Hijo. Es todo un programa para el ministerio de Jesús que comienza: la oración expresa la unión total con la voluntad del Padre; se une con los hombres que aceptan la conversión; la presencia del Espiritu es la realización de lo anunciado para los tiempos mesiánicos. En Cristo se abren definitivamente los cielos porque en Él se manifiesta plenamente el Padre y comunica sus designios de liberación y salvación para los hombres (Lucas 3,15-16). San Pedro afrontó críticas al admitir a Cornelio y un grupo de paganos al bautismo cristiano. Lo hizo por reconocer en ellos la clara manifestación del Espíritu, artífice del mismo bautismo. Dios no hace distinciones entre pueblos sino que acepta al que lo reconoce y practica la justicia (Hechos 10,34-38) El bautismo significa para Jesús su unción como siervo amado y salvador, que comunicará el Espíritu sin medida a sus seguidores para incorporarlos a Él, hacerlos hijos adoptivos del Padre y darles la vida nueva del Espíritu. Los bautizados vivimos del mismo Cristo y lo manifestamos, estamos llamados a ser otros cristos. Unidos a Cristo formamos un pueblo convocado por Él que es la Iglesia, continuadora de su misión liberadora y salvadora. El Espíritu nos comunica la misma vida de Dios. Aceptar el programa del Siervo, predilecto del Padre, que es Jesús es el camino para ser hombres nuevos. No buscando una falsa autonomía que nos encierra en nuestro orgullo y egoísmo, sino haciéndonos obedientes al Padre. No buscando destacar según el mundo, sino, entregar nuestra vida y hacernos servidores de todos. No yendo por libre ni buscando componendas, sino con la fuerza del Espíritu y para identificarnos con el querer de Dios que es la liberación de lo que conculca nuestra dignidad como sus hijos en Cristo. El Padre nos ama entrañablemente y nos tiene, en Cristo, también como predilectos. Lo ha manifestado, privilegiadamente, en nuestro bautismo por la fuerza de su Espíritu. No somos seres anónimos condenados a vegetar por la vida, sino hijos amados, nada más y nada menos que por Dios, que quiere reconducir el ritmo de nuestro mundo y de nuestra historia según sus designios amorosos. Aceptemos el proyecto de ser hijos en el Hijo Jesús, aceptemos la salvación, la vida nueva en el Espíritu, sintámonos familia con todos los bautizados y ciudadanos de un mundo que tiene ya el germen de la justicia de Dios, de su misericordia, capaz de transformarlo todo. El bautismo es el comienzo de la vida cristiana. Nos aporta la común dignidad de hijos de Dios, nos permite caminar juntos como hermanos en la iglesia, en sinodalidad, fortalece y capacita para la misión de evangelizar, nos permite participar con pleno derecho en la Iglesia al servicio de la sociedad. Oremos por los sacerdotes que van a realizar el retiro anual y por los que están asumiendo los nuevos encargos pastorales. El Señor les bendiga junto a sus familias.1. "Hemos visto la estrella y venimos a adorarlo"
06:21||Season 1, Ep. 1Paz y bien. Ya en el nuevo año, les comparto mi mensaje: ¡ HEMOS VISTO LA ESTRELLA Y VENIMOS A ADORARLO… ! La salvación que traería el Mesías es atisbada por Isaías (60,1-6) como una luz de amanecer que disipa las sombras de muerte dominantes en el mundo. Es la gloria de Dios que se manifestará con fuerza y guiará a los pueblos para que caminen a su luz. Convoca a los hijos dispersos e incluso a reyes venidos de todas partes y cargados de ofrendas para el culto, incienso, oro… Todo el pueblo estará radiante de alegría. El salmo 71 contempla al Mesías como un rey, con el que florecerá la justicia y la paz. Mateo (2,1-12) nos muestra el cumplimiento en Jesús de la anterior profecía. Es su primer encuentro con los gentiles, considerados como paganos por los israelitas. Con varios detalles, ya anunciados en el antiguo testamento: nacimiento en Belén, estrella de Jacob, regalos de los reyes… quiere mostrarnos Mateo que Jesús es el nuevo rey de los judíos, el nuevo Moisés, libertador del pueblo. Resalta la contraposición entre la docilidad de los gentiles a la fe y la actitud de los judíos, Herodes y los escribas, que no recibieron a Jesús como el Mesías. La fe de los Magos es camino ejemplar para todo hombre de buena voluntad. Jesús es la luz de Dios que ilumina y atrae a todos los hombres. Pablo, el apóstol de los gentiles, desvela el misterio revelado por el Espíritu en la manifestación de Cristo, que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la salvación al acoger el Evangelio. Todos somos miembros de la única Iglesia de Cristo y en Él tenemos Vida y Salvación (Efesios 3, 2-3.5-6). Con frecuencia comentamos lo mal que está nuestro mundo. También el profeta contemplaba el mundo en oscuridad, pero destaca, ante todo, la intervención de Dios que es capaz de iluminar nuestra realidad y llenarnos de alegría. Huyamos de los que predicen tan solo desventuras y catastrofismos. Necesitamos una mirada penetrante sobre nuestra realidad, la que origina la fe, para saber leer los signos que aparecen con la lógica de Dios: de fortaleza y firmeza ante el mal que pugna; de esperanza porque Él el que conduce la historia y los acontecimientos hacia su plenitud; de compromiso desde la lógica de la encarnación y con las personas de buena voluntad sin acepciones previas. En Él somos convocados en un mismo pueblo que es la Iglesia y nos sentimos hermanos, abiertos todos a la dicha que ha pensado para nosotros y que nos manifiesta ya desde su nacimiento. Nuestra Iglesia está llamada a convocar a todos los hombres, sin distinción, para mostrarles la gloria de Dios. Qué gran exigencia de conversión para este reto de evangelizar. ¡Cuánto tendremos que centrarnos en Cristo y cuántas diferencias deberemos superar, cuántas estructuras renovar para que nuestra Iglesia sea una familia abierta a todos! Mirar, dejarse asombrar, ponerse en camino, salir, saber ver los signos de Dios, discernir lo que es de Dios y lo que es del mundo, ofrecer, contemplar y adorar, son las actitudes de los Magos imprescindibles para nuestro camino de fe. Abramos nuestros ojos, habituémonos a la contemplación para saber ver la gloria de Dios en Cristo, que amanece sobre nosotros y brilla aún en medio de las ambigüedades humanas. ¿Quiénes, sino nosotros, los seguidores de Cristo podremos ser hoy reflejo de su epifanía, de su manifestación amorosa al mundo? Nos felicitamos en este nuevo año, una oportunidad que nos regala nuestro Dios para mantener el Diálogo amoroso con Él, tan especial desde la encarnación de Cristo. Comprometámonos con la causa de la paz uniéndonos al Papa Francisco que, en su mensaje, propugna, para construirla, un diálogo entre generaciones, educación y trabajo. El Señor les bendiga junto a sus familias.4. ¡Dios visita a su Pueblo!
05:56||Season 1, Ep. 4Paz y bien. En el itinerario del tiempo de adviento les comparto mi mensaje: ¡ VISITA A SU PUEBLO… !Cuando Israel, concretamente Judá, donde se encuentra Belén, atraviesa una gran infidelidad y experimenta la derrota de su rey, Dios se procura un resto que se salvará y del que saldrá un Rey. Su origen es eterno, aludiendo a la dinastía de David, nacido en Belén, pero superándola definitivamente. El Rey futuro será Pastor de su pueblo con el poder de Dios, un poder universal. No sólo traerá la paz, sino que él será la Paz. Su nacimiento significa la presencia de Dios que vence la infidelidad del pueblo y lo convoca de todas las naciones. El signo será una madre que da a luz (Miqueas 5,2-5). Es la petición del salmista: restáuranos, que brille tu rostro y nos salve (Salmo 79).María, portando ya en su seno a Jesús, es el signo cumplido anunciado por el profeta. La visitación que realiza a la familia de Juan el Bautista, Zacarías e Isabel, es la visita del Señor a su pueblo. María está íntimamente unida a esta visita salvadora, que tiene su continuidad en la visita a todos los hombres, como sucede en la vida de la Iglesia. María es la que ha creído y ha posibilitado que el Señor haga su obra en ella. Juan el Bautista, representante del pueblo expectante, se estremece ante la manifestación de Dios en Jesús que trae la salvación definitiva para la humanidad (Lucas 1,39-45).Ya desde su encarnación, Cristo, de naturaleza divina, se ofrece como víctima. Es su oblación lo que nos santifica y salva, unida luego a la ofrenda de su cuerpo en la cruz, que da paso a su resurrección (Hebreos 10,5-10).También ahora que, aun viviendo geográficamente cerca, nos hacemos cada vez más lejanos unos para otros; que se dificulta tanto la solidaridad y cunden los desequilibrios, aun en un mundo globalizado; cuando estamos tan interconectados en la era digital y cuesta tanto una comunicación de calidad que nos haga sentirnos hermanos y estimar la casa común… nuestro Dios nos responde haciéndose cercano, visitándonos, comunicándose y dándose en Jesús para que, en Él, nos sintamos familia.María es el instrumento elegido para favorecer esa cercanía de Dios en Jesús y expresa las actitudes necesarias para que nosotros podamos hacer lo mismo: sencillez, apertura, capacidad de escucha, disponibilidad, servicio, situarse en salida, ser portadores de Cristo a todos, como ella lo llevó, comunicar las maravillas que, sentimos, está realizando el Señor en nosotros. Dichosos seremos, como ella, si creemos, porque, lo que dice el Señor, se cumple. Es necesario tener la mente y el corazón abiertos para acoger la manifestación de Dios en Jesús. Al igual que los israelitas de su tiempo podemos tener ideas preconcebidas de Él que nos impidan acogerlo en toda su realidad. Allí donde pensamos en soluciones mágicas a nuestros problemas Él nos visita para que en su amor tengamos el ambiente para crecer; allí donde nos habituamos ya a la insolidaridad y los desequilibrios, Él quiere convocarnos en una gran familia en la que podamos sentirnos y vivir como hermanos junto a todo lo creado; allí donde parecen acabadas las utopías y las esperanzas para nuestro mundo, Él quiere ser nuestra Paz e ilusionarnos para caminar hacia un mundo distinto que ya está gestándose entre nosotros. ¡Bendita visita de nuestro Dios en Cristo!Estamos ya en la novena de Navidad. La Iglesia nos presenta los acontecimientos más importantes en torno al nacimiento de Jesús. Admirémonos ante la actuación portentosa de nuestro Dios a lo largo de los siglos para salvarnos, culminando en la venida de Cristo a través de esa criatura llena de gracia que es María. Realicemos las posadas como una ocasión para hacer memoria de todo esto y convocarnos como familia, para disponernos a celebrar, con gozo, la Navidad. El Señor les bendiga junto a sus familias.3. ¡ESTEN ALEGRES!
05:48||Season 32022, Ep. 3Paz y bien. En el itinerario del tiempo de adviento les comparto mi mensaje: ¡ ESTÉN ALEGRES… ! La intervención del Señor es causa de una alegría profunda para el pueblo. Se había sentido abandonado y castigado por su pecado, conquistado y deportado por sus enemigos. Pero el Señor interviene para restaurar su dignidad, cancela su condena, vence a sus enemigos y reina en medio del pueblo venciendo todo temor. Pueden estar tranquilos porque los defiende el Señor como un guerrero que salva, se goza y se complace en el pueblo restaurado, lo ama y hace fiesta (Sofonías 3,14-18). Hasta gritar de júbilo, porque el Señor se manifiesta grande (Isaías 12,2-3). En el nuevo testamento se cumplen las expectativas de los profetas. El Mesías está a las puertas para restaurar plenamente al pueblo, no ya con medios humanos, sino con la acción del mismo Dios. Es la Buena Noticia que comunica Juan el Bautista, el precursor, invitando a una conversión, por el baño en el agua del Jordán, que disponga para acoger a Cristo, en el que se inaugura un bautismo de Espíritu Santo y fuego. Las actitudes necesarias para acogerlo van en torno al amor al prójimo que deriva, claro está, de la acogida de la acción de Dios en Jesús (Lucas 3,10-18). También San Pablo exhorta a los primeros cristianos a la alegría porque el Señor, su segunda venida, está cerca. Es ese el motivo de la esperanza que ilumina todo el actuar. Mientras llega ese día hay que estar libres de toda preocupación y ansiedad que puedan empañar el gozo y perturbar la paz (Filipenses 4,4-7). La alegría es fruto del reconocimiento de la acción del Señor que libera profundamente. Libera de la culpa personal y de las propias heridas que nos atenazan. Libera de la necesidad de satisfacer las expectativas de los demás, de ceder a los chantajes de la sociedad de consumo y a los imperativos de la moda y de plegarse acríticamente a las tendencias sociales. Libera del miedo y de la soledad en que nos sume el abandonar al mismo Dios buscando ídolos ridículos que nos alienan… Pero no se puede acoger la acción de Dios sin una disposición al cambio profundo de vida, de actitudes, de proyecto vital. Es lo que originó en nosotros, ya en los tiempos mesiánicos inaugurados por Cristo, el bautismo, don del Espíritu que nos incorporó a Cristo para morir con Él al mal y al pecado que causa muerte y renacer a la vida nueva. Brota de ahí una exigencia ética de compromiso con la justicia: compartir solidario con los más pobres, ruptura con la corrupción, apertura al encuentro fraterno.... Solo el Señor es la causa de nuestra alegría. Todo temor es vencido cuando nos convencemos por fe de que Él reina en nosotros y avanza su reinado en nuestro mundo, que es la roca firme sobre la que podemos edificar nuestra vida, que es el único que nos ofrece la salvación, la vida plena que anhela nuestro corazón. Es la conciencia de ser amados por El y tratados con misericordia, de forma incondicional, lo que hace brotar la alegría, cuyos frutos son la seguridad de sabernos en sus manos, la paz y armonía con nosotros mismos y con el entorno, la comunión con Dios y con los demás. En verdad podemos decir con el Papa Francisco que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1). En este domingo “gaudete”, o de la alegría, se utiliza la vestimenta color rosa como signo de gozo porque ya está cerca el Señor. En la Corona de Adviento se enciende la vela rosada. Ojalá tengamos puesto el pasito y demás signos. Celebramos hoy a María que se apareció en Guadalupe, patrona de América. El Señor les bendiga junto a sus familias.